Prof. Dr. Norbert Lammert, Presidente del Bundestag Alemán: Saludo al Papa en el Bundestag el 22 de septiembre de 2011
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Traducción del texto previamente distribuido
Saludo cordialmente a todos ustedes en el Bundestag Alemán, donde no es la primera vez que hemos invitado a un huésped ilustre. Pero nunca a lo largo de la historia un Papa ha hablado ante un Parlamento alemán salido de las urnas. Y rara vez un discurso ante esta Cámara ha despertado, ya antes de ser pronunciado, tanta atención e interés –no solo en Alemania, sino mucho más allá–.
¡Santo Padre, sea usted cordialmente bienvenido a Alemania, su país de origen, y muy especialmente aquí al Bundestag Alemán!
Durante el breve pontificado del último Papa originario de tierras alemanas todavía no existía Alemania como Estado nacional sino, antes bien, el Sacro Imperio Romano Germánico, al que nosotros llamamos comúnmente „Sacro Imperio Romano de la Nación Alemana“, un imperio marcado por dinastías cambiantes que tenía tanto y tan poco de romano como de alemán y que a buen seguro no era una nación y menos si cabe sacro. Alemania es un país que en el devenir de los siglos estuvo muy marcado por la religión y las guerras de religión, hasta lo que conocemos como el Kulturkampf en tiempos de la fundación del Imperio alemán. Un país cuyas tradiciones religiosas cristianas también influyeron en nuestra actual Constitución y determinaron de manera esencial la labor de sus artífices: „Consciente de su responsabilidad ante Dios y ante los hombres“, según reza el preámbulo de la Ley Fundamental.
Sin embargo, nuestra comprensión actual de los derechos fundamentales, es decir la intangibilidad de la dignidad humana y las libertades públicas, está marcada asimismo por experiencias y conquistas históricas, en particular la Ilustración, a la cual debemos no solo el reto de la fe por la razón, sino también la separación entre Iglesia y Estado, lo cual constituye uno de los avances irrenunciables de nuestra civilización.
Me gusta recordar el memorable diálogo mantenido entre el Cardenal Ratzinger, a la sazón Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y Jürgen Habermas, quienes caracterizaron y valoraron conjuntamente la fe y la razón como „las grandes culturas de Occidente“.
Fe y razón. En tiempos de la globalización, de un mundo sacudido por guerras y crisis, mucha gente busca sostén y guía. La preservación de principios éticos más allá de los mercados y los poderes y el cultivo de valores y convicciones comunes también es un reto formidable precisamente para las sociedades modernas, si no quieren poner en peligro su cohesión interna.
Alemania es el país de la Reforma, iniciada aquí hace casi quinientos años –con múltiples consecuencias para la Iglesia, el Estado y la sociedad–.
En Alemania mucha gente, no solo católicos y protestantes comprometidos, siente la persistencia de la escisión eclesiástica como una contrariedad, también porque duda sinceramente que las diferencias entre las confesiones, las cuales sin duda existen, justifiquen el mantenimiento de la separación entre las Iglesias. Y anhela fervientemente que durante el pontificado de un Papa alemán, el primero desde la Reforma, se produzca no solo una nueva adhesión al ecumenismo sino un paso claramente perceptible hacia la superación de la escisión eclesiástica.
Santo Padre, sus conversaciones con representantes de otras religiones son un elemento esencial de la visita a Alemania. Que su encuentro con representantes de la Iglesia Evangélica tenga lugar en Erfurt, no en un sitio cualquiera, sino en el Convento de los Agustinos, es entendido y valorado, no solo por muchos cristianos, como un gesto demostrativo –y fundamenta la esperanza de que el quinto centenario de la Reforma en 2017 pueda llegar a ser un testimonio común de fe–. Junto a su reunión con representantes de las comunidades islámicas también se reunirá usted con representantes de la comunidad judía.
El edificio del Reichstag es un lugar emblemático de la historia alemana. Simboliza el ascenso y la caída de una democracia parlamentaria. Una de las causas primordiales del fracaso fue la falta de tolerancia, cuyas víctimas serían, sobre todo, los conciudadanos judíos. Y fueron cristianos quienes apartaron la vista o se sumaron, difamaron, persiguieron, humillaron, mataron.
Por eso, Santo Padre, también es una señal especial que su encuentro con los representantes de la creciente comunidad judía en Alemania se celebre hoy a continuación de su discurso en este edificio, la sede de un Parlamento libremente elegido en la Alemania reunificada, que se reconoce parte de una Europa comprometida con valores y convicciones comunes.
Estamos agradecidos por poder ejercer de anfitriones y decididos a hacer honor a nuestra responsabilidad por la dignidad humana, la libertad de profesión religiosa y de adscripción política y la tolerancia frente a convicciones y orientaciones diferentes, „animado[s] de la voluntad“ –como dice el preámbulo de la Ley Fundamental– „de servir a la paz del mundo como miembro con igualdad de derechos de una Europa unida“ –„consciente[s] de [nuestra] responsabilidad ante Dios y ante los hombres“–.
Fieles a esa conciencia, nos alegramos de su visita y de su discurso.